I PREMIO EN EL CERTAMEN NACIONAL DE POESIA CERVANTES - AÑO 2005
I
Aireas el color del cobre viejo
en las rebeldes ondas de tu pelo
y en los ojos azul color de cielo
me sabes al olor del vino añejo.
No quise oír de nadie aquel consejo
ni quitarme de los ojos ese velo,
que cubre la verdad con tanto celo,
que no me reconozco en el espejo.
Sentí en mi alma la rabia contenida
del tiempo que perdí de estar contigo,
me sentí sin tu amor triste y herida,
porque tu alma no quiso estar conmigo,
con esta voluntad que está prendida
en otra que tal vez lleve consigo
el miedo irracional de tu partida.
II
A mí me encandilaron esos ojos
que lucían un fuego en la mirada
y dejaron así, mi alma encerrada,
porque tú le pusiste mil cerrojos.
También ese sabor a labios rojos
que encandiló mi boca enamorada,
que puso una sonrisa ilusionada
en un campo sembrado con abrojos.
Y esa piel color de la aceituna
bruñida por el sol y tan sabrosa,
tan llena de pecado y tan lobuna
que quemó mi piel dulce y ardorosa
mientras del cielo azul surgió una luna,
terciopelo de plata candorosa.
III
Hoy no quiero tus ojos ni tu boca
ni tampoco tu piel aceitunada,
pues hoy ya no me siento enamorada,
que tengo el corazón como una roca,
y todo lo que ayer me volvió loca
me deja el alma fría y enterrada
bajo una losa fría amarmolada
mientras una campana a muertos toca.
Porque murió mi amor una mañana
que saboreó de cerca tu locura,
esa frialdad que luces tan mundana
ennegreció de pronto tu figura,
antes tan dulce y tierna, tan humana
que llenó toda mi alma de amargura.
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