martes, 17 de marzo de 2009

Los Expendedores De Definiciones

En un programa televisivo bastante popular, escuché la crítica que hacían sobre la facilidad de algunas personas, no voy a mencionar nombres, para hablar sin decir absolutamente nada que merezca la pena oír y evitar, así, responder a lo que realmente les preguntaron. Resultaba bastante descorazonador, pero es aún más lamentable que alguien recurra a esa argucia para disfrazar su incapacidad de análisis.
Todos, a lo largo de nuestra vida, hemos conocido personas de índole cultural muy distinta. Es agradable conversar con alguien inteligente, siempre se aprende algo, aunque no sea más que “un expendedor de definiciones”. Claro, que resulta mucho más interesante si la conversación se mantiene con alguien que, además, tiene un elevado bagaje cultural. Lo triste es que lo primero no siempre conlleva lo segundo.
Hay muchos hombres y muchas mujeres que dedican años de su vida a estudiar una determinada carrera universitaria; son licenciados y diplomados bien preparados que conocen al dedillo los entresijos de la profesión que eligieron; puedes preguntarles sobre cualquier tema relacionado con aquello que estudiaron porque su respuesta siempre será satisfactoria. Son, lo que yo llamo: “expendedores de definiciones”; es una pena que no practiquen, con asiduidad, el deporte más sano para el crecimiento personal: el ejercicio de la razón.
Sin embargo, existe otro tipo de personas que, independientemente de la formación académica de la que disfruten, han dedicado su vida, entre quehacer y quehacer cotidiano, a coleccionar sabiduría con la misma sencillez con la que otros coleccionamos cromos. Leen, escuchan, preguntan y se interesan por todo aquello que les rodea porque su curiosidad, ese afán por saber que muestran sin ningún tipo de pedantería, les impele a enterarse del porqué de las cosas que descubren cada día. Y después, una vez digeridos los conceptos, los meditan hasta llegar a una conclusión tan válida como la de cualquier erudito porque han razonado lo suficiente como para llegar a una conclusión única por lo que tiene de personal. Son las personas cultas, las personas a las que no me importaría confiar el futuro del mundo.
Podemos ver, en muchos sitios, máquinas expendedoras de todo tipo de cosas. Se deposita el dinero en una ranura y te devuelve, por un hueco, lo que le hayas pedido; así, de una manera rápida, mecánica y aséptica. Yo, personalmente, prefiero al paisano que, mientras te va cortando el cuarto de kilo de mortadela, te comenta el gol que más le gustó de la última jornada de liga, cualquier anécdota de su juventud o un titular que ha leído en el periódico esa mañana. Ellos son, lo que yo llamo, “la fuente cultural” de cualquier generación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola un beso. bonito blog

Menú.

Me gusta verte contenta,
Te ofrezco lo que tengo,
En bandeja de plata, de ley.
Te ofrezco el menú del día.

De primero mi amistad,
De segundo mi poco tiempo,
Con una sonrisa de guarnición.
Para beber abrazos y besos.

Por supuesto, no falta el pan para mojar,
Pan de inocencia, que no engorda.
De postre un higo. Como ves no miento,
Todo no puede ser perfecto.

De sobremesa, cafés, que nos hagan reír,
Y licor de pasa, a ver lo que pasa.
De sobremesa, entre café y licor
Que no falte un cigarrillo y para charlar un ratillo.

No hace falta reservar, sólo llamar.
Precio en euros de este menú casero:
Tu amistad, más la propina al camarero.



Menú por Manuel Barranco Roda