El sábado día doce de septiembre, nos reunimos unos cuantos escribidores de versos para leer eso que tanto nos toca la fibra y, de paso, pasarlo bien. Hubo tiempo para todo; comenzamos subiendo al árbol (tradición de estos encuentros)y leer unos versos a los que el tiempo ha respetado todo su encanto; seguimos, como no, con una grata comida; continuamos leyendo versos en un entorno de lo más bucólico y, para terminar, nos sentamos al amor de una cocina de leña como colofón para un día especial.
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