Hace años, en los barrios, había pequeñas bodegas que los "parroquianos" solían frecuentar antes de ir a sus casas, al salir del trabajo, y las mañanas de domingo. Se oían voces y carcajadas estentóreas, de esas que los españoles reservamos para nuestros ratos de asueto cuando no estamos solos. Allí se tomaban ''chatos'': vasos de escasa altura en los que se servia vino, por lo general, de bastante escasa calidad; pero eran el vehiculo para el esparcimiento y el relax que se necesitaba cada día para ir asumiendo una vida que, entonces, deparaba pocas alegrías. Tenían una barra de madera empapada de ese líquido rojizo, y de su tufillo característico, con que se teñían las conversaciones que siempre versaban sobre fútbol porque tampoco se podía opinar sobre mucho más. Es decir que los hombres, las mujeres no solían frecuentar esos ambientes, pasaban sus ratos de ocio ''chateando'', que según el DRAE es: tomar ''chatos'' de vino. Han ido pasando los años y con ese correr del tiempo, las costumbres han cambiado. Ya no quedan bodegas con viejas barras de madera; ahora disfrutamos de vinaterías donde se degustan vinos con denominación de origen en unas copas de cristal, más o menos fino. ¡Que lejos han quedado aquellos ''parroquianos'' con su vaso chato en la mano!
Pero, curiosamente, seguimos chateando. Eso sí, hemos cambiado la bodeguilla por la cómoda intimidad de nuestra casa y ese vaso chato de cristal, algo arañado, por el teclado de un ordenador. Es curioso que, ante una etimología tan distinta y con un significado tan diferente, la misma palabra describa a la perfección dos actividades que, sin tener nada en común, definan las actividades preferidas de la población en dos momentos tan distantes en el tiempo. Ya sabemos que el ''chateo'' actual viene, como no, del inglés y que significa: charlar. Ahora también reímos aunque más bajito y en soledad; nos parapetamos tras la pantalla de un ordenador, que mantiene a salvo nuestro cada vez más creciente individualismo, y avivamos nuestra imaginación poniendo un rostro y una voz a personas que, la mayoría de las veces, no conocemos personalmente.
En fin, puestos a elegir..., aunque mi paladar se haya ido acostumbrando a la denominación de origen, casi preferiría el tintorro barato, el serrín en el suelo y el ''tufillo de la nostalgia'' si con eso se garantizase que el hombre (como especie, no como género) va a seguir teniendo una entidad social y que va a ver en el contacto con sus congéneres, un complemento a su evolución y no una amenaza para esa hueca supremacía individual a la que aspira.
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1 comentario:
suena muy bonito eso que tu cuentas y que yo no tuve mucha oportunidiad de conocer, pero, hoy dia,con tanta paranoia, seguramente no pasaria los contgroles de sanidadd y se montaria una manifestacion por discriminacion de genero (ya que los que mas frecuentaban esos bares eran hombres) y a saber que mas cosas pasarian.
Parece que nos quieren meter en una burbuja. ( ¿o ya lo estamos definitivamente? )
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Muy buenas Noelia, me presento, me llamo Isabella, tengo 24 años, de nacionalidad rumana ( por el momento) y que actualmente vivo en Madrid. Llegue a tu blog gracias a tu hermano (al cual le tengo mucho cariño aunque no le conozco muy bien) y que me recomendo el enlace.
He estado cotilando un poco y me guusta como escribes (yo soy nula) asi que me veras mas veces por aqui.
un beso y un abrazo,
Bela24
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